En las últimas décadas hemos podido ver a nivel casi mundial el gran crecimiento y la inclusión de las actividades femeninas en todo tipo de áreas, dicho crecimiento ha evolucionado tanto a nivel cualitativo como cuantitativo.
Este crecimiento obedece a las necesidades y exigencias de un rol más importante y participativo de la mujer en la sociedad y a la ruptura de las tendencias clásicas de carácter domestico a las que estaba sometida.

Este gran desempeño obedece principalmente a tres factores importantes que cada mujer posee casi que innatamente.
El primero de estos factores es su naturaleza maternal, es decir, las mujeres congénitamente poseen la tendencia de brindarle bienestar a los seres que hacen parte de su contorno, para el caso administrativo es la búsqueda de un bien común, una finalidad general.
El segundo factor da lugar a la búsqueda de su realización como persona, lo cual la suministra de un equilibrio personal.
El tercer factor es el manejo de un modelo de valores mucho más amplio que el modelo masculino.
Es importante afirmar que si desde el principio de la historia de la administración se hubiera brindado un papel más abierto a la mujer y a sus capacidades administrativas, estaríamos frente a un mundo totalmente diferente y además mucho más equilibrado ya que la mujer habría complementado los métodos administrativos del hombre, enfocando la administración principalmente por medio de una mejor comunicación y con una orientación interfuncional.
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